martes, 9 de febrero de 2010

El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas

Dos historias paralelas se desarrollan en escenarios de nombre evocador: una transcurre en el llamado «fin del mundo», una misteriosa ciudad amurallada; la otra, en un Tokio de un futuro quizá no muy lejano, un frío y despiadado país de las maravillas. En la primera, el narrador y protagonista, anónimo, se ve privado de su sombra, poco a poco también de sus recuerdos, e impelido a leer sueños entre unos habitantes de extrañas carencias anímicas y unicornios cuyo pelaje se torna dorado en invierno. En la segunda historia, el protagonista es un informático de gustos refinados que trabaja en una turbia institución gubernamental, enfrentada a otra organización no menos siniestra en una guerra por el control de la información; sus servicios son requeridos por un inquietante científico que juguetea con la manipulación de la conciencia y de la mente y vive aislado en la red de alcantarillado, una red poblada por los tinieblos, tenebrosas criaturas carnívoras.

“El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas”, de Haruki Murakami. Editorial Tusquets, 2009. Traductor: Lourdes Porta Fuentes. 488 páginas. S./88.00

Retrato de un hombre inmaduro

En la habitación de un hospital, y en el curso de la que muy probablemente sea su última noche en este mundo, un hombre de unos 65 años le cuenta a alguien, y también a sí mismo, la historia de su vida. Dejándose llevar por el azar de la memoria y la fluidez de su propio relato, va y viene en el tiempo, rescatando, con no poco humor, las pequeñas y más significativas aventuras que vivió y que vio vivir. Porque a este hombre le ha gustado mirar siempre el espectáculo del mundo tanto o más que participar en él. Pero, como todos, conoció el amor, el sabor agridulce de la libertad, el poder, el horror, la belleza, la amistad, el absurdo, la doble conciencia y, en fin, todos los ingredientes de que está hecha la vida. Y no sólo cuenta, sino que al hilo de cada episodio busca algún sentido al viejo misterio de vivir, ahora que no hay tiempo ya de engañarse ni de rectificar. Como quien manipula las piezas para formar un puzzle, se enlazan el rápido curso vital y los remansos reflexivos, el bullir inagotable de personajes y peripecias casi siempre cómicas o kafkianas, para trazar el perfil de un hombre sesudo y a la vez infantil, responsable y a la vez arbitrario, bueno a la vez que inmoral: un retrato del hombre contemporáneo.

“Retrato de un hombre inmaduro”, de Luis Landero. Editorial Tusquets, 2009. 240 páginas. S./71.00

El trueno más allá del Popocatépetl

Complemento a la vez que quintaesencia de su obra narrativa, la poesía de Malcolm Lowry no ha sido hasta el momento valorada, ni leída, como se merece. Tal vez era necesario que un poeta de la talla de Juan Luis Panero seleccionara sus poemas más significativos para que el lector pudiera disfrutar de sus imágenes y evocaciones, estrechamente relacionadas con la biografía de Lowry y, por supuesto, con su obra, en particular con su novela Bajo el volcán. «Traducir, o mejor dicho, intentar recrear la voz de otro poeta, eligiendo los poemas suyos que sentía más cercanos, era –y realmente así ha sido– un ejercicio tan difícil como estimulante», afirma Panero. Con ese criterio de cercanía ha seleccionado los poemas, que hablan de la lucidez desesperada con que mira el mundo quien debe darlo todo por perdido; de la soledad de aquel que sólo espera una lenta agonía y cuya «única esperanza está allí, / en el fondo de la copa que aguarda»; y de la oscuridad a la que abocan los impulsos autodestructivos, una oscuridad semejante a la que rodea al volcán Popocatépetl antes de que estalle un trueno repentino y largamente temido.

“El trueno más allá del Popocatépetl”, de Malcolm Lowry. Editorial Tusquets, 2009. Traductor: Juan Luis Pandero. 72 páginas. S./42.00

Un encuentro

UN ENCUENTRO nos da a conocer a un KUNDERA, en cierto modo, inédito. En efecto, aunque el autor reflexione, como confiesa al principio del libro, sobre sus «viejos temas existenciales y estéticos», lo cierto es que en este apasionado -y apasionante- «encuentro» con algunas obras maestras de la literatura, la música y la pintura, el escritor checo aborda cuestiones hasta ahora poco o nada transitadas en sus libros anteriores. Así, explora lo que la novela -y sólo la novela, esa «sonda existencial»- puede explicar sobre el ser humano, e indaga asimismo en las repercusiones, no siempre negativas, que el exilio tiene para el creador (con una emocionante comparación entre las dos Primaveras del 68, la de París y la de Praga). También desentraña el papel de la memoria ante las tragedias del siglo XX y habla de la lucha desesperada del verdadero artista por asumir lo mejor de la tradición de su arte (con una irónica pregunta sobre lo que la posteridad conserva finalmente de los autores). Por último, sostiene que sólo un análisis a fondo de la composición formal de una obra revela las intenciones estéticas de su autor (y lo demuestra con un breve y fascinante ensayo dedicado a KAPUTT y a la que califica de genial «archinovela», LA PIEL, de Curzio Malaparte).

“Un encuentro”, de Milan Kundera. Editorial Tusquets, 2009. Traductora: Beatriz de Moura. 216 páginas. S./63.00

Oscar Wilde en París

Oscar Wilde (Dublín, 1854-París, 1900) visitó la capital francesa en numerosas ocasiones, la primera de ellas a los veinte años, y también para su luna de miel tras su boda con Constance Lloyd. Durante sus estancias no sólo conoció a figuras de la talla de Victor Hugo, Degas, Verlaine, Mallarmé o Valéry, sino que también se paseó por salones y cafés encandilando con su brillante conversación o pronunciado sus célebres máximas, frecuentó lugares de mala nota y trabó amistad con Marcel Schwob y un joven André Gide. Su «desencuentro» con Marcel Proust es legendario. Profundo conocedor del francés, incluso escribió una obra teatral en ese idioma: Salomé. Wilde buscó refugio precisamente en Francia cuando, en 1897, tras ser acusado de «delito contra las costumbres» y cumplir dos años de cárcel, decidió abandonar Inglaterra. Al fin en París, se alojó en el Hôtel d’Alsace, en la Rue des Beaux-Arts. Allí vivió sus últimos años, cercado por la soledad y la miseria, y allí murió, en noviembre de 1900. Excepcional puente entre las culturas anglófona y francófona, el historiador Herbert Lottman explora la peculiar –y hasta ahora poco estudiada– relación que unió a Oscar Wilde con París, desde el joven deslumbrado, o en el apogeo de su éxito, hasta el desengañado y convaleciente que acabó afirmando que «París es espantoso».

“Oscar Wilde en París”, de Herbert Lottman. Editorial Tusquets, 2009. Traductor: Javier Albiñana Serain. 256 páginas. S./80.00

Libertad de conciencia

La vida contemporánea nos enfrenta de modo ineludible a dilemas éticos y controversias políticas en las que el Estado de derecho se juega su porvenir. Uno de los debates públicos contemporáneos más comprometidos es el que concierne a la libertad de conciencia. En este iluminador libro, la filósofa de renombre internacional Martha C. Nussbaum alerta sobre la creciente tendencia de determinados grupos religiosos, en particular en Estados Unidos, a imponerse como credo hegemónico y a menoscabar el derecho al libre ejercicio de otras religiones –tachadas de minoritarias y «desviadas»– o incluso el derecho al ateísmo. También en Europa asistimos a una creciente polémica sobre la presencia de símbolos religiosos en las escuelas y a una peligrosa demonización de «lo diferente». Por el contrario, Nussbaum destaca aquí la importancia de la imaginación ética, es decir, la capacidad de ponerse en la piel del otro, la habilidad para imaginar vidas diferentes y, sobre todo, para descubrir que, más allá de atuendos, lenguas y ritos diferentes, hay seres humanos cuya dignidad merece respeto y cuyo derecho a la igualdad de oportunidades debe preservarse por encima de todo.

“Libertad de conciencia”, de Martha C. Nussbaum. Editorial Tusquets, 2009. Traductores: Alberto Enrique Álvarez y Araceli Maira Benítez. 408 páginas. S./84.00

Por qué a los italianos les gusta hablar de comida

Es posible que hablar de comida entusiasme a los italianos tanto o incluso más que degustarla. En efecto, poseedores de una de las gastronomías más variadas y apetitosas, los italianos se complacen en ponderar platos, comentar ingredientes y alabar las especialidades regionales: Petrarca ya lamentaba que a sus compatriotas les interesara más la cocina que la literatura. Este libro es ante todo una festiva y apasionada declaración de amor a Italia, a sus gentes, su cultura y, sobre todo, a la casi inabarcable variedad de sus cocinas regionales. Concebido como un imaginario viaje de norte a sur, esta guía gastronómica y cultural presenta en cada uno de sus capítulos los productos típicos de cada región y modos de elaboración: de las soberbias sopas de pescado a los sublimes risottos, del infinito mundo de la pasta y de los quesos a la magia de los aceites de oliva, las pizzas, los helados o los aromáticos cafés. Para transmitirnos toda esta sabiduría culinaria, la autora recupera recetarios de diversas épocas y rememora las impresiones que Italia provocó en viajeros como Goethe, Stendhal o Dickens. Ha visitado también mercados y lonjas, e incluye suculentas páginas acerca de las virtudes de la cocina mediterránea y otras tantas sobre la filosofía del Slow Food, ese importante movimiento social que aspira al cultivo de un hedonismo inteligente. En suma, esta obra entusiasmará a los lectores hasta el punto de que querrán subir al primer avión hacia Italia.

“Por qué a los italianos les gusta hablar de comida”, de Elena Kostioukovitch. Editorial Tusquets, 2009. Traductor: Juan Manuel Salmeron Arjona. 496 páginas. S./101.00